Retorno a España. El gobierno francés de Santo Domingo, encabezado por el General Louis Ferrand, había favorecido las actividades agrícola y maderera en desmedro del sector que había ocupado el lugar principal en la vida económica de la colonia española durante más de dos siglos: el sector hatero. La impopularidad de esta política aumentó cuando se dispuso la prohibición de todo trato comercial con la parte occidental de la isla (ahora Haití), trato que se realizaba también desde siglos atrás y al que los conflictos e invasiones no habían puesto fin.
Cuando Napoleón invade España y hace prisionero a Fernando VII para obligarlo a abdicar al trono español, la población criolla, afectada por las políticas aplicadas y ofendida por la vejación a la que consideraba su “Madre Patria”, inicia un movimiento de sublevación que acabaría con el gobierno francés.
Guerra de Reconquista. La oposición a la ocupación francesa estuvo integrada por dos grupos principales que presentaban distintos intereses y finalidades:
• Los comerciantes del sur, comandados por Ciriaco Ramírez (asistido por Cristóbal Húber y Salvador Félix), que plantearon la lucha por la abolición de la esclavitud y la proclamación de la independencia nacional.
• Los hateros del este, comandados por Juan Sánchez Ramírez, uno de los emigrantes impulsados por la firma del Tratado de Basilea, que pretendían el retorno al fuero español.
El grupo de hateros, que era muchísimo más rico y poderoso y tenía más apoyo social, logró imponerse.
Fueron esenciales para la victoria criolla la batalla de Palo Hincado (7 de noviembre de 1808) y el sitio y bloqueo de la ciudad de Santo Domingo que durante ocho meses mantuvo el ejército de Juan Sánchez Ramírez.
Apoyos externos. El gobierno colonial de Puerto Rico, la República de Haití e Inglaterra suministraron hombres, armas, municiones y barcos a favor de los criollos en su lucha contra los franceses. El apoyo inglés fue decisivo, si bien la Corona británica cobró bastante caro su participación en la guerra: inmensas cantidades de troncos de caoba, todas las campanas de las iglesias, parte de la mejor artillería de la ciudad, y el compromiso de las nuevas autoridades coloniales de permitir la libre entrada de los buques británicos a los puertos y otorgar a sus productos el mismo tratamiento arancelario que el que se diera a los productos españoles.
Periodo de la España Boba
Al terminar la Guerra de Reconquista, la colonia de Santo Domingo quedó devastada y en la más absoluta miseria. La situación no varió en los años siguientes, ya que el Gobierno de España debía afrontar las luchas internas de sus Cortes (acicateadas por intereses franceses), los movimientos de emancipación que emergían en sus grandes colonias de América del Sur y México, así como la amenaza que los Estados Unidos representaban para sus posesiones coloniales en América del Norte.
Miseria generalizada. Cinco administraciones o gobiernos coloniales se sucedieron entre 1809 y 1821, sin que se produjera un cambio sustancial en la vida económica de la parte oriental de la isla:
• Agricultura casi en su totalidad de subsistencia.
• Las exportaciones se limitaron al tabaco, algún cuero y, posteriormente, a maderas, algunas mieles y aguardiente.
• Se redujo al mínimo la producción de café y cacao.
• Ganadería arruinada.
• Escasez de dinero circulante.
Se tuvo que volver a solicitar el subsidio del situado que, en todos esos años, sólo arribó en dos ocasiones y por montos mínimos.
A continuación, un extracto del Compendio de la Historia de Santo Domingo (Págs. 25 y 26 del Tomo II, 1982), de José Gabriel García, que resume la vida en esa época:
“…que por eso llegó a tomar la época a que aludimos el nombre vulgar de la ‘España boba', pues que eran tan pocas las necesidades exigidas por la vida social a causa de la miseria reinante, que no había pobres propiamente dichos, teniendo todas las clases relativamente las mismas necesidades. No se conocía la ostentación en el vestir, ni la moda variaba sino de tarde en tarde; no había teatros, ni paseos públicos, ni fondas, ni casas públicas de recreo o de prostitución en donde malgastar el dinero; de modo que una pequeña hacienda cultivada por ocho o diez esclavos, producía lo bastante para que una familia se considerara feliz, dando el mismo resultado cualquiera de los mezquinos sueldos que señalaba el presupuesto, con los cuales se conformaban los empleados del rey, a quienes la escasez de artículos de lujo y la baratura de los de consumo ordinario, les proporcionaba considerables ahorros. Los artesanos y los agricultores alcanzaban la satisfacción de sus necesidades a poca costa, y en medio de la sencillez de sus costumbres, los más infelices de los dominicanos vegetaban, más bien que vivían, tranquilamente, entregados a sus placeres favoritos: la mesa, el juego de gallos, los bailes nacionales, las corridas de toros y las festividades religiosas, situación que no llenaba de ninguna manera las aspiraciones de la gente pensadora, ni ofrecía la perspectiva de un risueño porvenir.”
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